martes, 17 de mayo de 2011

Familias y patologías

Anteriormente se mencionaron los factores familiares que intervienen en el desrrollo del niño y del adolescente. Quiero mencionar ahora los factores que intervienen en la generación de los síntomas conductuales más frecuentes en los menores.

Todos nosotros crecimos en un medio ambiente con ciertos valores y a aquellos que se apartaban de esos valores, se les señalaba o excluía, y esas son marcas culturales que quedan impresas en nuestra mente, por lo que tendemos a repetirlas cuando estamos en el proceso educativo de nuestros propios hijos.

Por otro lado también, sabemos que  se heredan algunos rasgos de la personalidad, como el temperamento, es decir la forma primaria de reaccionar ante el entorno,  ambas cosas hacen que nuestros hijos, desarrollen un estilo de personalidad donde están combinados esos factores culturales-sociales y los factores biologicos-heredados, y que manifiesten así su conducta. Por lo que si nosotros somos de reacción (o temperamento) explosivo, lo más probable es que ellos también lo sean, si reaccionamos con una gran ansiedad ante los eventos del entorno, lo más probable es que ellos lo hagan también así, a menos que por las características del otro padre,  tengan otra  forma de reacción, pero lo más probable es que haya una combinación que hace de ese pequeño un ser diferente a papá y a mamá

Por esta razón, cuando los niños presentan algún síntoma emocional, los padres tendemos a querer controlarlo con las herramientas que nosotros poseemos, pero que las más de las veces  solo exacerban es decir aumentan el problema: ante los miedos del niño le regañamos, le decimos que es absurdo,  y no se resuelve el problema pues el menor se siente regañado,  no contenido y lejos de disminuir,  el síntoma  se mantiene.

Tendemos a pensar también que  todos los síntomas emocionales en los niños son causados por los padres, sin embargo los niños tienen  su propia experiencia en la vida y pueden desarrollar tales síntomas a pesar de lo que  los padres hagan para controlarlos. Ante los eventos de la vida cotidiana, los niños reaccionan con lo que les heredamos y con lo que les enseñamos, por ello, pueden tener síntomas conductuales o emocionales a pesar de que los papás y mamás los cuidemos y los protejamos de la mejor manera posible.

Durante mucho tiempo se consideró que los niños no  desarrollaban síntomas psicopatológicos pues el Desarrollo de su aparato mental no era suficiente para eso, y que tenía que llegar la vida adulta para presentar cuadros  de enfermedad. Hoy sabemos que esto no es así, que el niño desarrolla síntomas tan o más graves que los de los adultos, y que su inmadurez psíquica, complica la presentación y la evolución de dichos trastornos.   

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